No pasaron ni siquiera tres horas desde que Dickens emprendió el viaje hacia Scattonia. Su HorTec desprendía un vapor sofocante, pero el sargento de la RCW consiguió resistir hasta que se halló en las puertas del Palacio Real. No tuvo que decir nada, tan solo desmontar y entrar en el edificio para encontrarse con el gobernador Johnson. Dickens lucía cansado, y de hecho lo estaba, pero no era importante en ese momento. Johnson apareció bajando unas escaleras al fondo de la estancia, vestido con su elegante traje blanco y su rostro impasible.
-Sargento Rex Dickens-Dijo el gobernador tras acercarse a éste-. Que bueno que esté aquí.
-Señor-Dijo Dickens en respuesta, estrechando la mano de su interlocutor- ¿Puedo saber por qué ha solicitado mi presencia en la capital?
-Es el consejo, ¡quieren volverme loco!
La expresión del rostro de Johnson cambió dramáticamente. El sobresalto llamó la atención de algunos guardias, pero Dickens les hizo una seña con la mano izquierda, y acto seguido regresaron a sus posiciones.
Lo siento-Expresó el gobernador-. Mantenerse calmado dentro de estas paredes resulta imposible. Siempre está pasando algo.
-¿Que es lo que puedo hacer por usted? Según su carta, Slayer está herido al otro lado de los Cañones del Diablo, ¿tiene que ver con eso?
Johnson asintió.
-Nuestro actual problema es que el Consejo me está presionando. Quieren que dé la orden para que lo ejecuten. Pero usted sabe, Rex, que no nos conviene en lo absoluto.
Para desgracia de Dickens, así estaban las cosas. En otras circunstancias, estaría de lado del Consejo Centralizado de Westlands. El pistolero era peligroso, y su caída podría generar un cambio significativo para el territorio en general. La RCW obtendría prestigio, por primera vez en mucho tiempo, y Derek Johnson se ganaría el cariño del pueblo de Scattonia. Claro que nada de eso serviría si en uno o dos meses, los Hijos de la Noche aparecían en las puertas para arrasar con todo. Slayer era necesario, y en aquellos momentos, su muerte solo acarrearía el final de la democracia a lo largo y ancho del territorio.
-Claro que lo sé-Dijo Dickens, sin creer que esas palabras salieron de su boca- ¿El Consejo se encuentra en sesión en este momento?
-Sí. Discuten mi decisión en este momento. Acompáñame, te necesito si quiero que me crean.
Ambos hombres subieron por la gran escalera al fondo de la recepción. El segundo piso se encargaba de todo documento de Westlands. Propiedades, criminales, historia e incluso mandatos y ordenes del Consejo. Era, por lo tanto, una de las áreas mas concurridas del edificio de gobierno. En una habitación de doble puerta, se encontraban reunidos los miembros del Consejo. En el centro de la recamara, una mesa de madera brillante y muy bien cuidada yacía como un muchacho entrometido en las peleas de sus padres. Recibía de tanto en tanto fuertes golpes, producto de la rabia Muchos de ellos eran miembros de la aristocracia de Scattonia, y todos repudiaban a Johnson. No lo creían capaz de ser un buen líder. Cuando éste entró al lugar, acompañado por el sargento en jefe de la RCW, todos callaron. Muchos solo habían oído hablar de Rex Dickens, pero nadie en la sala parecía reconocerlo.
-Señor Johnson, hemos hablado y consideramos que...
-Ahórrense sus estupideces. Me importa un bledo lo que hayan decidido, ya que he traído conmigo al sargento Dickens, quien los convencerá de que se equivocan.
Ante estas palabras, se mostraron indignados. Dickens por su lado, se encogió de hombros. No tenía ni la más remota idea de que decir, por lo que improvisó con rapidez lo mejor que pudo y exclamó:
-Señores, he sido informado por el gobernador sobre sus opiniones con respecto al estatus del fugitivo llamado Slayer. No obstante, sería un error imperdonable ordenar su fusilamiento. Está en una misión especial de la RCW.
-¡Debemos matarlo, es muy peligroso!
-¿Por qué no enviaron a un agente común a dicha misión? ¡Es imperdonable!
-Abogo por relevar al sargento Rex Dickens de su cargo.
Todos hablaban al mismo tiempo, y ninguno se entendía. Dickens, por su lado, no era un sujeto muy paciente. El griterío inútil a su alrededor, lo hizo sentirse como si estuviese ante un escuadrón militar desorganizado e incapaz de tomar una decisión. Por un momento se lo creyó, porque alzó su revolver y lo disparó tres veces.
El rugido de la pistola consiguió callarlos. El único herido fue el techo, que recibió tres nuevas marcas que desaparecerían en cinco o seis días si Johnson lo solicitaba.
-De acuerdo caballeros-Dijo Rex Dickens enfundando su arma-. Es hora de que pongamos claras las cosas. Los Hijos de la Noche amenazan con invadir Scattonia y acabar con el modo de vida de todos y cada uno de los habitantes de Westlands. Sus recursos, su dinero y su poder no valdrán nada si Augusto Sniver y Cornelius Swaft deciden aparecer por aquí mañana. El pistolero debe seguir con vida, es el único que puede salvarnos.
-¿Por qué lo enviaste a él precisamente? ¡Tu deber era encarcelarlo!-Gritó uno de los miembros.
-No existía otra alternativa-Dijo Johnson dando un paso al frente para colocarse al lado de Dickens-. La República Centralizada de Westlands es un organismo militar de gran poder, pero contra una amenaza de esta magnitud, temo decir que son insuficientes. Slayer es un fugitivo, un criminal, un asesino, y paren ustedes de contar. Los Hijos de la Noche saben como identificar a un miembro de la RCW o cualquier otro vinculado con Scattonia. Son unos tipos muy listos. Por esa razón no enviamos a nadie más. El pistolero tiene una amplia experiencia, y con el pago adecuado, cosa que ya quedó acordada, no nos decepcionará. Les pido, no solo por mi puesto sino por la gente, que piensen bien su próximo movimiento.
La sala quedó en un silencio sepulcral. Durante varios minutos que parecían horas enteras, el Consejo Centralizado de Westlands tuvo que tomar la decisión mas trascendental de toda su historia.
CONTINUARÁ...
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