En su mente, Dickens pedía al Creador por que Slayer estuviera muerto, ya que de no estarlo, el escandalo que acontecía en Scattonia perjudicaría aún mas la reputación de la RCW. Según fuentes confiables, entró a los Cañones del Diablo, pero nadie supo si salió. Desde entonces, el sargento de la República Centralizada de Westlands estaba maniatado, condenado a vagar por los confines de la tierra buscando información para tomar ventaja de los Hijos de la Noche, pero solo encontró monstruos y espías.
No lo soportaría mucho más, aquello era inaudito, denigrante para un guerrero de tal magnitud. Al llegar al campamento, pidió que su HorTec fuese guardado, y se retiró a su tienda. Mitchell había logrado esconder bien el Rifle de la Inminencia, ya que Dickens trató de encontrarlo en repetidas ocasiones, sin éxito. Lo único que la RCW obtuvo a cambio de todas esas horas malgastadas en a frontera, fueron las palabras de un moribundo. Un Hijo de la Noche. Una de las bestias de la niebla lo hirió de gravedad, por lo que sus compañeros lo dejaron para que muriera. Un destino cruel, pero útil para los propósitos de Dickens. Entre el dolor y el recuerdo al credo por el que había dado su vida, tan solo recitó un poema:
"Pueden pelear, pero no defenderse.
Pueden recibir balas, pero no devolverlas.
Su esfuerzo es noble, guerreros, pero inútil me temo.
Ya que Cornelius Swaft borrará de la noche todo lo blasfemo.
Murió a los segundos de haber acabado. Era un rezo, por lo menos Dickens se percató de ello. Desde el principio, las intenciones de los Hijos de la Noche eran simples: acabar con el sistema establecido para traer paz y estabilidad mediante una era de prosperidad tecnológica. Inventaron el HorTec (invento que fue clonado y comercializado sin su permiso fuera de la ciudad de Nocturnia), las armas de energía y un nuevo metodo de escritura (lo llamaban Teclado Electrónico), el mas reciente de sus invenciones. Eran científicos radicales y peligrosos, por lo que la RCW, pasadas muchas horas después de caída la Gran Noche, los investigaron a fondo. Sin embargo, los descubrieron, y entonces no fueron rivales para los Hijos de la Noche, sino mas bien blancos inmóviles e indefensos ante todas sus armas.
Ese momento en particular de la noche, fue rememorado como la Batalla del Ocaso. Fue una matanza sin igual, donde muchas cosas se perdieron, posiblemente para siempre. Mas de la mitad del ejercito total de la República Centralizada de Westlands, la dignidad de dicha organización y por último, el soldado mas legendario que el territorio vio jamás. El pistolero se fue ese día, y nunca mas volvió.
Inmerso en sus pensamientos, Dickens recordó donde encontró el Rifle de la Inminencia. El silencio en el campo de batalla era inquietante, porque los Hijos de la Noche, observaban a la distancia esperando tener a tiro a algún soldado rezagado. No era sargento en esa época, sino un soldado más, un peón cuya importancia en el tablero era cuestionable. Pero entonces, oculto bajo el cadáver de uno de ellos, la carabina de color grisáceo se había camuflado con el barro, dada la similitud de sus colores. Allí pudo durar días, tal vez años en ser encontrada. El joven Rex Dickens demostró astucia, no por llevarse el arma del que alguna vez habia sido su amigo, sino por privar a los Hijos de la Noche de la posibilidad de estudiar ese rifle, que no tenía igual en todo Westlands
Sus pensamientos fueron interrumpidos por Gus, quien entró sin permiso a la tienda de su sargento, jadeante por el cansancio.
-¿Se puede saber a que se debe ésta falta de respeto?-Preguntó Dickens poniendose de pié.
-Llegó otra carta de Scattonia señor-Contestó Mitchell mientras luchaba por recuperar el aliento-. Es el pistolero, está herido de gravedad y Johnson solicita su presencia en Scattonia, lo mas pronto posible.
Dickens salió disparado. Aún deseaba que él muriera, pero quería matarlo él mismo.
CONTINUARÁ...
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