lunes, 11 de diciembre de 2017

Un pistolero en Westlands (Parte 6)

  El camino hacia Scattonia no había sido tan sencillo para Slayer. Tuvo que atravesar los Cañones del Diablo, donde mas de una banda de bandidos intentaron asaltarlo. Cabe destacar que ninguno de ellos pudo acercarse al pistolero por una distancia de por lo menos veinte metros sin recibir un disparo certero. En mas de una ocasión, éste dudó sobre si escapar u obedecer las ordenes de Dickens. Su orgullo y su espíritu salvaje le gritaban desde lo mas profundo que huyera, que no siguiera las ordenes de aquel hombre. Después podría organizar un ataque para recuperar el rifle de su familia. Pero su mente, que era la última frontera entre el pensamiento y la acción, le decía otra cosa. El sargento Rex Dickens era un sujeto conocido por cumplir promesas, ¿Y si se atreviese a destruir aquella reliquia tan antigua? El pistolero jamás podría perdonárselo. Además, para escapar primero tendría que lidiar con la carga de explosivos y la programación de emergencia que Rex había arreglado en el HorTec que el pistolero cabalgaba.

   La decisión definitiva fue seguir las ordenes, y así Slayer llegó a la gran ciudad de Scattonia. No era tan deslumbrante ni tan maravillosa como la RCW y la mayoría de los pobladores contaban. La Gran Noche había resultado muy fuerte para la capital de Westlands. Durante el día, era un lugar prospero y acogedor, donde habitaban personas descendientes de las familias que colonizaron el territorio hacía siglos. Casi era una aristocracia, salvo porque una milésima parte de la población eran nativos de la zona. Todo esto fue durante el gobierno de Whistle, el antecesor de Johnson. Cuando ya no hubo mas sol, Johnson tuvo que hacer lo mejor que pudo para mantener la estabilidad. Igualó las condiciones de vida de los nobles y de los desfavorecidos, y las raciones de comida, provenientes de un plan de contingencia que Whistle había dejado para cuando llegase La Gran Noche, se repartieron equitativamente. Eran las mejores decisiones dadas las circunstancias, pero la destruida aristocracia estaba furiosa por perder todos sus privilegios como miembros de las familias originales de Westlands. Como sus voces eran mas influyentes que todas las demás, esparcieron calumnias y mentiras sobre Johnson, acusandolo de promover la corrupción.

   El pistolero los odiaba a todos y cada uno de ellos, al fin y al cabo, sus ascendientes mataron al suyo. Intentó aniquilarlos en mas de una ocasión, pero el sol aún brillaba, y la seguridad dentro los muros de Scattonia era implacable e incapaz de cometer errores. Mientras cabalgaba entre los vendedores ambulantes rumbo al Palacio Real, ignorando las extravagantes ofertas que estos le hacían, Slayer pensó en sus días como soldado de la República Centralizada de Westlands. Solo habían transcurrido dos años, cuando cruzó por primera vez la puerta de la capital y se alistó en la recién creada milicia del gobernador. Su pensamiento fue abruptamente interrumpido cuando se encontró en la entrada del edifico de gobierno, siendo apuntado por el rifle de energía de un guardia.

-¿Que haces aquí?-Preguntó con voz ronca -. Tienes valor para regresar después de todo el tiempo que ha pasado.

-Rex Dickens me envía-Contestó el pistolero-. Estoy en una misión personal para el señor Johnson, si quieres pregunta, pero no me hagas perder el tiempo.

   El guardia retrocedió y entró al palacio. Unos instantes después volvió y exclamó mientras enfundaba su arma:

-Dices la verdad. Deja tu caballo aquí y pasa de una vez.

   Mientras desmontaba, Slayer sintió que conocía al sujeto, pero le fue imposible recordar su nombre. Lo mas probable era que en algún momento del pasado, le hubiese hecho algo. El pistolero experimentó una mezcla de impresión y decepción (por muy loco que suene), al contemplar el interior del Palacio Real de Westlands. Nunca antes había entrado a aquel lugar. El techo era bastante amplio, adornado por algunas obras de arte abstractas. Las paredes, por su lado, estaban pintadas de un color verde bosque admirable. Los retratos de altos funcionarios y gobernadores anteriores decoraban el sitio. A pesar de su buen aspecto, el edificio parecía abandonado.

   Slayer no divisó siquiera a diez personas en aquella sala tan imponente. Solo una recepcionista y otros guardias. Una de las puertas internas, ubicada a la izquierda de la estancia, se abrió produciendo el sonido característico de la madera vieja. Un hombre, con una pequeña zona del cabello encanecido, vestido con un traje blanco y guantes del mismo color, cruzó la puerta. Su forma de caminar denotaba elegancia, y su vestimenta una alta posición económica. El pistolero se hallaba ante nada mas ni nada menos que el gobernador del territorio, Derek Johnson.

-Así que tu eres el hombre que el sargento Dickens me ha enviado-Dijo Johnson con una voz senil y amable-. Déjame decirte, hijo, que esta misión que te voy a explicar puede costarte la vida, y la de muchas personas si los Hijos de la Noche tienen éxito en su cometido, ¿Estás seguro de que quieres continuar?

-Tengo un interés personal en esto-Contestó Slayer-. Haré lo que se me pida, pero no porque lo apoye a usted o a la RCW, sino porque Rex Dickens tiene algo que me pertenece. Tómelo en cuenta.

   Johnson soltó una carcajada que parecía mas bien un sollozo. Después de eso, agregó:

-Me habían advertido de ti. Pero no te pongas tan a la defensiva, todos tenemos nuestros intereses en este asunto. Acompáñame a mi estudio para conversar con mas calma, si así lo deseas.

   El pistolero asintió con la cabeza. Ambos regresaron por el mismo pasillo por el que el gobernador había emergido. A diferencia del salón principal, esa parte del palacio yacía en un estado deplorable. La pintura rebosaba de humedad y las baldosas del suelo estaban muy sucias y desgastadas. Al final del camino, ambos hombres se encontraron en el despacho oficial de Johnson. De la pared colgaba un rifle de repetición con un trabajo artesanal impecable. La culata relucía unas pinceladas perfectas que le daban un toque dorado a la madera. El cañón, así como las demás partes metálicas, se hallaban cromadas, proporcionándole un brillo celestial. Era muy hermosa. A un lado del escritorio personal del gobernador, varias estanterías resguardaban decenas de libros, la mayoría de contabilidad. La economía de Westlands reposaba en esas paginas. Un fuerte portazo a sus espaldas, hizo que el pistolero posara su mano sobre la funda de su revolver. De alguna forma, Johnson había cambiado. Era unos centímetros mas alto, y algunas de sus canas ya no estaban. Se veía mucho mas imponente, en parte porque en un movimiento ridículamente veloz, se armó con la carabina que colgaba de la pared.

   Le apuntaba a Slayer. Éste, por su parte, no podía hacer nada. Desenfundar sería una sentencia de muerte, y quedarse quieto y callado, no era su estilo.

-Dudo que quieras matarme-Exclamó-. Dickens tiene mas motivos que tu para hacerlo, y cuando tuvo la oportunidad no se atrevió porque se lo prohibiste. ¿Cual es tu juego, Johnson?

-Siéntate ahí-Contestó el gobernador. Hasta su voz era mas grave y rejuvenecida-. Vamos a hablar claro, y tu accederás a todo lo que yo te ofrezca.

   Slayer sonrió para sus adentros. A lo largo de su vida se había encontrado con mas de un sujeto dispuesto a jalar el gatillo sin importar qué, pero Johnson, era el mas escalofriante de todos ellos.

CONTINUARÁ...

*La Gran Noche: En Westlands, se define como el periodo nocturno mas reciente que azota a la región. A diferencia de otras noches, donde la supervivencia de la población y el orden general estaban garantizados gracias a la gestión de los gobernadores, la más reciente se presenta como una de las mas arduas, pues el periodo de Whistle tuvo serias complicaciones con el racionamiento de la comida, sumado a varios conflictos ideológicos relacionados con el gobierno de Derek Johnson, al cual se le considera ineficiente e incapaz de gobernar, ocasionando a su vez revueltas armadas y delincuencia a lo largo y ancho del territorio . Por lo tanto, Westlands se encuentra en una de sus etapas mas oscuras.

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