lunes, 4 de diciembre de 2017

Un pistolero en Westlands (Parte 4)

   Con cierta desconfianza, el pistolero por fin abrió los ojos. Sentía un dolor bastante agudo en la parte trasera de la cabeza, producto del golpe que lo dejó inconsciente. Al recobrar la conciencia, su único pensamiento era conseguir un arma y escapar. Se encontraba dentro de una tienda de campaña, sin su revolver ni su camisa. Uno de los médicos de la RCW había tratado la herida que se hizo con la botella, dejando en su lugar unos cuantos puntos de sutura. Aparte de un botiquín lleno de instrumentos quirúrgicos, la camisa del pistolero se hallaba bien doblada a un lado de su cama. Se la puso, y al salir al exterior, se encontró rodeado de soldados por todas partes.

   Sus captores lo habían llevado a uno de los cuarteles de la RCW. A lo largo de todo Westlands, la RCW había montado cuarteles y puestos de avanzada para facilitar su labor de llevar la justicia por todo el territorio. Sin embargo, debido a su deficiente administración, la mayoría de estos lugares se perdieron, ya sea porque los soldados se retiraban por no recibir recursos suficientes, o porque sus ocupantes se lo robaban todo. Para el pistolero, sería bastante difícil huir dadas las circunstancias. La oscuridad de la noche podría ayudarlo a escabullirse, pero con tantos soldados portando antorchas, prefería esperar que recibir un disparo y morir desangrado. Un uniformado se le acercó al ver que había despertado y le dijo:

-Acompáñeme, Slayer. Mi sargento quiere hablar personalmente con usted.

   No tuvo otra alternativa que seguir al soldado. Éste le puso unas esposas, por si acaso. El cuartel estaba conformado por unas dos docenas de carpas. Algunas servían como enfermerías, otras como armerías improvisadas, y otras para dormir. Durante el trayecto, Slayer preguntó:

-¿Cuanto tiempo me han mantenido aquí?

-Cerca de cinco horas-Contestó el soldado-. El doctor tardó una hora en quitarte los pedazos de vidrio que tenías incrustados. Y de resto, solo dormiste como un holgazán.

   Todos los soldados que pasaban cerca del pistolero, lo miraban con mala cara. Se limitó a sonreír para sus adentros. En tiempos pasados, acabó con la vida de decenas de soldados pertenecientes a la RCW (aparte de los tantos que había asesinado horas antes). Llegaron a una tienda bien iluminada, con varios mapas de Westlands sobre una mesa en el centro. Del otro lado de ésta, se hallaba un hombre fornido, con el símbolo de sargento en el centro de su uniforme. Su largo sombrero no dejaba entrever mucho sus rasgos, pero se notaba una barba poblada que surcaba su rostro. Aquel sujeto, era nada mas y nada menos que Rex Dickens.

-Déjenos solos, teniente-Dijo con una voz un poco mas grave que la del pistolero-. Quiero hablar a solas con nuestro prisionero.

  El soldado se retiró de la escena, dejando a Dickens y a Slayer completamente solos.

-¿Ahora eres sargento?-Preguntó Slayer-. Jamás creí que llegarías.

-Las cosas han cambiado mucho desde que desapareciste, bastardo infeliz-Contestó Dickens.

   Sin aviso, Rex golpeó al pistolero en la cara, derribándolo de inmediato. Lo sintió como un martillazo seco, por lo que tardó en ponerse de pie.

-¿Tienes la mas mínima idea de lo que quiero hacerte?-Preguntó Dickens, tomándolo del cuello con fuerza.

-¿Asesinarme con un disparo de escopeta en la cabeza?-Preguntó Slayer en voz muy baja. La presión en su cuello le impedía hablar con normalidad.

-Correcto-Contestó Rex mientras lo soltaba-. Pero por orden del gobernador, no puedo hacer eso.

-Creo que no te entiendo, viejo amigo.

-Tu no eres mi amigo. Si no dejé que murieras de una hemorragia, como la vil rata que eres, es porque te necesitamos de nuestro lado.

-Si crees que volveré al ejercito, yo mismo acabaré con mi vida, Dickens. Sé mas explicito con tus intenciones.

-Tenemos problemas serios con los Hijos de la Noche. Desde hace meses han estado muy activos, y tienen muchos hombres a su disposición. Han expresado en infinidad de ocasiones, que si Westlands desea sobrevivir a los peligros de la oscuridad nocturna, el gobernador debe ceder su puesto a un tal "Cornelius Swaft". De no hacerlo, ellos mismos tomaran cartas en el asunto. Podríamos estar tratando con un golpe de estado autentico, Slayer.

-¿Han intentado negociar?

-No escuchan razones. Están convencidos de que el gobernador llevará el territorio a la ruina total. Como miembro clave de la RCW, no puedo permitir que se pierda la democracia dejando entrar a un nuevo gobernador por la fuerza.

-Tus motivos son cuestionables, pero yendo al grano, ¿que tengo que ver yo con todo esto?

-Dadas tus habilidades, y que no formas parte de ningún bando, queremos que negocies con los Hijos de la Noche, a favor del gobernador Johnson.

   Los ojos del pistolero se abrieron como platos. La oferta era demasiado fantasiosa como para ser cierta, por lo que soltó una carcajada en la cara de Dickens.

-Si decides colaborar con nuestra causa-Continuó-se te pagarán unos ocho mil cuarzos, no te mataré y podrás quedarte con esto.

   Dickens tomó un objeto envuelto en una funda a sus espaldas, y se lo reveló al pistolero. Era una carabina de repetición con algunos detalles en su diseño, pero para Slayer era una cosa muy distinta.

-¿Como es que...?-Preguntó el pistolero con voz entrecortada.

-No permití que la destruyeran, porque es un arma demasiado hermosa como para convertirse en metal de forja.

   El arma había sufrido mucho desde su fabricación. La madera de la culata estaba algo ennegrecida y unas escrituras (de algún lenguaje olvidado, seguramente) se hallaban grabadas en la misma. Era complicado deducir cuando había sido creada y por quien. En Westlands los armeros tenían marcas características que diferenciaban sus armas de las de la competencia. No era el caso de aquella carabina.

-Si lo pones así, aceptaré el trato como un simple mercenario-Dijo Slayer con un tono de voz distinto al que había empleado a lo largo de la conversación-. No esperes mi opinión ni mi preferencia sobre cual bando apoyar. El dinero y el rifle son las únicas cosas que me importan.

-Excelente. Te proporcionaré un HorTec para que vayas a Scattonia. Johnson quiere hablar contigo en persona.

   Unas horas mas tarde, el pistolero había recuperado su revolver con su respectiva munición y le habían proporcionado un rifle de serie, aunque en realidad no lo necesitaba. Montado en el caballo mecánico, intercambió unas pocas palabras con Rex Dickens antes de partir.

-¿Sabes lo que le sucederá a la carabina si decides traicionarnos, cierto?-Preguntó Dickens en forma de amenaza.

-Cumpliré la tarea que me encomendaste-Contestó Slayer-. Sin rodeos ni trampas. Después de que obtenga lo que me merezco, acabaré con tu vida.

-Eso ya lo veremos.

   El pistolero partió del campamento a todo galope. Las palabras que le dijo al sargento Rex Dickens no podían estar mas alejadas de la realidad. Costase lo que le costase, recuperaría el rifle de repetición que le  había pertenecido a su linaje por mas de diez generaciones. La figura de Slayer se perdió en la vasta noche, rumbo a la capital de Westlands.

CONTINUARÁ... 

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