El camino hacia Scattonia no había sido tan sencillo para Slayer. Tuvo que atravesar los Cañones del Diablo, donde mas de una banda de bandidos intentaron asaltarlo. Cabe destacar que ninguno de ellos pudo acercarse al pistolero por una distancia de por lo menos veinte metros sin recibir un disparo certero. En mas de una ocasión, éste dudó sobre si escapar u obedecer las ordenes de Dickens. Su orgullo y su espíritu salvaje le gritaban desde lo mas profundo que huyera, que no siguiera las ordenes de aquel hombre. Después podría organizar un ataque para recuperar el rifle de su familia. Pero su mente, que era la última frontera entre el pensamiento y la acción, le decía otra cosa. El sargento Rex Dickens era un sujeto conocido por cumplir promesas, ¿Y si se atreviese a destruir aquella reliquia tan antigua? El pistolero jamás podría perdonárselo. Además, para escapar primero tendría que lidiar con la carga de explosivos y la programación de emergencia que Rex había arreglado en el HorTec que el pistolero cabalgaba.
La decisión definitiva fue seguir las ordenes, y así Slayer llegó a la gran ciudad de Scattonia. No era tan deslumbrante ni tan maravillosa como la RCW y la mayoría de los pobladores contaban. La Gran Noche había resultado muy fuerte para la capital de Westlands. Durante el día, era un lugar prospero y acogedor, donde habitaban personas descendientes de las familias que colonizaron el territorio hacía siglos. Casi era una aristocracia, salvo porque una milésima parte de la población eran nativos de la zona. Todo esto fue durante el gobierno de Whistle, el antecesor de Johnson. Cuando ya no hubo mas sol, Johnson tuvo que hacer lo mejor que pudo para mantener la estabilidad. Igualó las condiciones de vida de los nobles y de los desfavorecidos, y las raciones de comida, provenientes de un plan de contingencia que Whistle había dejado para cuando llegase La Gran Noche, se repartieron equitativamente. Eran las mejores decisiones dadas las circunstancias, pero la destruida aristocracia estaba furiosa por perder todos sus privilegios como miembros de las familias originales de Westlands. Como sus voces eran mas influyentes que todas las demás, esparcieron calumnias y mentiras sobre Johnson, acusandolo de promover la corrupción.
El pistolero los odiaba a todos y cada uno de ellos, al fin y al cabo, sus ascendientes mataron al suyo. Intentó aniquilarlos en mas de una ocasión, pero el sol aún brillaba, y la seguridad dentro los muros de Scattonia era implacable e incapaz de cometer errores. Mientras cabalgaba entre los vendedores ambulantes rumbo al Palacio Real, ignorando las extravagantes ofertas que estos le hacían, Slayer pensó en sus días como soldado de la República Centralizada de Westlands. Solo habían transcurrido dos años, cuando cruzó por primera vez la puerta de la capital y se alistó en la recién creada milicia del gobernador. Su pensamiento fue abruptamente interrumpido cuando se encontró en la entrada del edifico de gobierno, siendo apuntado por el rifle de energía de un guardia.
-¿Que haces aquí?-Preguntó con voz ronca -. Tienes valor para regresar después de todo el tiempo que ha pasado.
-Rex Dickens me envía-Contestó el pistolero-. Estoy en una misión personal para el señor Johnson, si quieres pregunta, pero no me hagas perder el tiempo.
El guardia retrocedió y entró al palacio. Unos instantes después volvió y exclamó mientras enfundaba su arma:
-Dices la verdad. Deja tu caballo aquí y pasa de una vez.
Mientras desmontaba, Slayer sintió que conocía al sujeto, pero le fue imposible recordar su nombre. Lo mas probable era que en algún momento del pasado, le hubiese hecho algo. El pistolero experimentó una mezcla de impresión y decepción (por muy loco que suene), al contemplar el interior del Palacio Real de Westlands. Nunca antes había entrado a aquel lugar. El techo era bastante amplio, adornado por algunas obras de arte abstractas. Las paredes, por su lado, estaban pintadas de un color verde bosque admirable. Los retratos de altos funcionarios y gobernadores anteriores decoraban el sitio. A pesar de su buen aspecto, el edificio parecía abandonado.
Slayer no divisó siquiera a diez personas en aquella sala tan imponente. Solo una recepcionista y otros guardias. Una de las puertas internas, ubicada a la izquierda de la estancia, se abrió produciendo el sonido característico de la madera vieja. Un hombre, con una pequeña zona del cabello encanecido, vestido con un traje blanco y guantes del mismo color, cruzó la puerta. Su forma de caminar denotaba elegancia, y su vestimenta una alta posición económica. El pistolero se hallaba ante nada mas ni nada menos que el gobernador del territorio, Derek Johnson.
-Así que tu eres el hombre que el sargento Dickens me ha enviado-Dijo Johnson con una voz senil y amable-. Déjame decirte, hijo, que esta misión que te voy a explicar puede costarte la vida, y la de muchas personas si los Hijos de la Noche tienen éxito en su cometido, ¿Estás seguro de que quieres continuar?
-Tengo un interés personal en esto-Contestó Slayer-. Haré lo que se me pida, pero no porque lo apoye a usted o a la RCW, sino porque Rex Dickens tiene algo que me pertenece. Tómelo en cuenta.
Johnson soltó una carcajada que parecía mas bien un sollozo. Después de eso, agregó:
-Me habían advertido de ti. Pero no te pongas tan a la defensiva, todos tenemos nuestros intereses en este asunto. Acompáñame a mi estudio para conversar con mas calma, si así lo deseas.
El pistolero asintió con la cabeza. Ambos regresaron por el mismo pasillo por el que el gobernador había emergido. A diferencia del salón principal, esa parte del palacio yacía en un estado deplorable. La pintura rebosaba de humedad y las baldosas del suelo estaban muy sucias y desgastadas. Al final del camino, ambos hombres se encontraron en el despacho oficial de Johnson. De la pared colgaba un rifle de repetición con un trabajo artesanal impecable. La culata relucía unas pinceladas perfectas que le daban un toque dorado a la madera. El cañón, así como las demás partes metálicas, se hallaban cromadas, proporcionándole un brillo celestial. Era muy hermosa. A un lado del escritorio personal del gobernador, varias estanterías resguardaban decenas de libros, la mayoría de contabilidad. La economía de Westlands reposaba en esas paginas. Un fuerte portazo a sus espaldas, hizo que el pistolero posara su mano sobre la funda de su revolver. De alguna forma, Johnson había cambiado. Era unos centímetros mas alto, y algunas de sus canas ya no estaban. Se veía mucho mas imponente, en parte porque en un movimiento ridículamente veloz, se armó con la carabina que colgaba de la pared.
Le apuntaba a Slayer. Éste, por su parte, no podía hacer nada. Desenfundar sería una sentencia de muerte, y quedarse quieto y callado, no era su estilo.
-Dudo que quieras matarme-Exclamó-. Dickens tiene mas motivos que tu para hacerlo, y cuando tuvo la oportunidad no se atrevió porque se lo prohibiste. ¿Cual es tu juego, Johnson?
-Siéntate ahí-Contestó el gobernador. Hasta su voz era mas grave y rejuvenecida-. Vamos a hablar claro, y tu accederás a todo lo que yo te ofrezca.
Slayer sonrió para sus adentros. A lo largo de su vida se había encontrado con mas de un sujeto dispuesto a jalar el gatillo sin importar qué, pero Johnson, era el mas escalofriante de todos ellos.
CONTINUARÁ...
*La Gran Noche: En Westlands, se define como el periodo nocturno mas reciente que azota a la región. A diferencia de otras noches, donde la supervivencia de la población y el orden general estaban garantizados gracias a la gestión de los gobernadores, la más reciente se presenta como una de las mas arduas, pues el periodo de Whistle tuvo serias complicaciones con el racionamiento de la comida, sumado a varios conflictos ideológicos relacionados con el gobierno de Derek Johnson, al cual se le considera ineficiente e incapaz de gobernar, ocasionando a su vez revueltas armadas y delincuencia a lo largo y ancho del territorio . Por lo tanto, Westlands se encuentra en una de sus etapas mas oscuras.
Hay quien dice que cada cabeza es un mundo. Por lo tanto, sean bienvenidos a mi mundo, donde las historias que he concebido pueden hacerse realidad.
lunes, 11 de diciembre de 2017
viernes, 8 de diciembre de 2017
Un pistolero en Westlands (Parte 5)
En otros tiempos, antes de que el pistolero iniciase su cruzada por Westlands (y cuando el sol aún resplandecía en lo alto del cielo) el territorio era muy descentralizado y caótico. La magia, una de las practicas mas extravagantes de aquellos días, se veía amenazada por la colonización del terreno. Provenientes de la lejana isla de Fotscry, unos hombres arribaron en las costas de Westlands, destinados a civilizar esas tierras. No los acompañaron dos o tres barcos, sino decenas. Eran todo un ejercito, que no pararía ante nada ni nadie.
Durante un año, los colonos (en su mayoría hechiceros y campesinos corrientes) intentaron defender sus creencias así como su modo de vida, pero los colonizadores los sobrepasaban en número, haciendo imposible que ganaran la batalla. En el sitio que en tiempos mas recientes se conoce como Scattonia, el último hechicero que aún no habían calcinado en una hoguera o asesinado a puñaladas, hizo un último esfuerzo para salvar su vida. Primero, utilizó un conjuro para reunir la esencia de toda la magia en Westlands. Era una energía muy poderosa, y quien la tuviera sería invencible por lo menos durante diez siglos. Lucía como una esfera de gran tamaño, de un color cambiante que oscilaba entre rojo, azul y verde, los cuales representaban el mal, el bien y lo desconocido. Sin embargo, en lugar de usarla él mismo, el hechicero la confinó en un cofre de oro adornado con plata y bronce, donde solo un gobernante digno podría reclamar su poder.
Ni siquiera él mismo sería capaz de usarla correctamente sin morir. Luego, mediante un ritual primigenio, forjó la primera arma de fuego de la historia. El poder que su cañón podía proporcionarle a las balas era abrumador, pudiendo atravesar a varios soldados a la vez. Era magnifica, era legendaria. Tras dos días de espera, los colonizadores por fin lo hallaron e iban a matarlo, pero aquel hombre les dio la pelea de sus vidas. Solo él, consiguió asesinar a mas de noventa soldados antes de que un tiro por la espalda lo abatiera, por fin. El lider colonizador, quedó tan maravillado por su valentía que conservó el artefacto que le había costado la vida a tantos de sus hombres y la mandó a estudiar.
En base a dicho artilugio, la tecnología que conforma el Westlands moderno dio sus primeros pasos. El revolver y el HorTec, por su lado, son derivados de esta tecnología. No obstante. décadas después, esta arma fue robada, y desde entonces se han escuchado toda clase de historias, sobre un rifle con propiedades místicas que le confiere a su portador la fuerza de cincuenta hombres, entre muchas otras variantes. Y así el tiempo pasó, así como el rifle cambiaba constantemente de dueño.
Fue el linaje del mismísimo pistolero, empezando por el hechicero, quienes habían resguardado tan poderoso artefacto de combate, cediéndolo de generación en generación, hasta llegar a Slayer, quien lo había perdido hacia años. Su destino estaba unido al de la carabina de repetición, se convenció a si mismo mientras entraba sobre su montura mecánica en la milenaria ciudad de Scattonia.
CONTINUARÁ...
lunes, 4 de diciembre de 2017
Un pistolero en Westlands (Parte 4)
Con cierta desconfianza, el pistolero por fin abrió los ojos. Sentía un dolor bastante agudo en la parte trasera de la cabeza, producto del golpe que lo dejó inconsciente. Al recobrar la conciencia, su único pensamiento era conseguir un arma y escapar. Se encontraba dentro de una tienda de campaña, sin su revolver ni su camisa. Uno de los médicos de la RCW había tratado la herida que se hizo con la botella, dejando en su lugar unos cuantos puntos de sutura. Aparte de un botiquín lleno de instrumentos quirúrgicos, la camisa del pistolero se hallaba bien doblada a un lado de su cama. Se la puso, y al salir al exterior, se encontró rodeado de soldados por todas partes.
Sus captores lo habían llevado a uno de los cuarteles de la RCW. A lo largo de todo Westlands, la RCW había montado cuarteles y puestos de avanzada para facilitar su labor de llevar la justicia por todo el territorio. Sin embargo, debido a su deficiente administración, la mayoría de estos lugares se perdieron, ya sea porque los soldados se retiraban por no recibir recursos suficientes, o porque sus ocupantes se lo robaban todo. Para el pistolero, sería bastante difícil huir dadas las circunstancias. La oscuridad de la noche podría ayudarlo a escabullirse, pero con tantos soldados portando antorchas, prefería esperar que recibir un disparo y morir desangrado. Un uniformado se le acercó al ver que había despertado y le dijo:
-Acompáñeme, Slayer. Mi sargento quiere hablar personalmente con usted.
No tuvo otra alternativa que seguir al soldado. Éste le puso unas esposas, por si acaso. El cuartel estaba conformado por unas dos docenas de carpas. Algunas servían como enfermerías, otras como armerías improvisadas, y otras para dormir. Durante el trayecto, Slayer preguntó:
-¿Cuanto tiempo me han mantenido aquí?
-Cerca de cinco horas-Contestó el soldado-. El doctor tardó una hora en quitarte los pedazos de vidrio que tenías incrustados. Y de resto, solo dormiste como un holgazán.
Todos los soldados que pasaban cerca del pistolero, lo miraban con mala cara. Se limitó a sonreír para sus adentros. En tiempos pasados, acabó con la vida de decenas de soldados pertenecientes a la RCW (aparte de los tantos que había asesinado horas antes). Llegaron a una tienda bien iluminada, con varios mapas de Westlands sobre una mesa en el centro. Del otro lado de ésta, se hallaba un hombre fornido, con el símbolo de sargento en el centro de su uniforme. Su largo sombrero no dejaba entrever mucho sus rasgos, pero se notaba una barba poblada que surcaba su rostro. Aquel sujeto, era nada mas y nada menos que Rex Dickens.
-Déjenos solos, teniente-Dijo con una voz un poco mas grave que la del pistolero-. Quiero hablar a solas con nuestro prisionero.
El soldado se retiró de la escena, dejando a Dickens y a Slayer completamente solos.
-¿Ahora eres sargento?-Preguntó Slayer-. Jamás creí que llegarías.
-Las cosas han cambiado mucho desde que desapareciste, bastardo infeliz-Contestó Dickens.
Sin aviso, Rex golpeó al pistolero en la cara, derribándolo de inmediato. Lo sintió como un martillazo seco, por lo que tardó en ponerse de pie.
-¿Tienes la mas mínima idea de lo que quiero hacerte?-Preguntó Dickens, tomándolo del cuello con fuerza.
-¿Asesinarme con un disparo de escopeta en la cabeza?-Preguntó Slayer en voz muy baja. La presión en su cuello le impedía hablar con normalidad.
-Correcto-Contestó Rex mientras lo soltaba-. Pero por orden del gobernador, no puedo hacer eso.
-Creo que no te entiendo, viejo amigo.
-Tu no eres mi amigo. Si no dejé que murieras de una hemorragia, como la vil rata que eres, es porque te necesitamos de nuestro lado.
-Si crees que volveré al ejercito, yo mismo acabaré con mi vida, Dickens. Sé mas explicito con tus intenciones.
-Tenemos problemas serios con los Hijos de la Noche. Desde hace meses han estado muy activos, y tienen muchos hombres a su disposición. Han expresado en infinidad de ocasiones, que si Westlands desea sobrevivir a los peligros de la oscuridad nocturna, el gobernador debe ceder su puesto a un tal "Cornelius Swaft". De no hacerlo, ellos mismos tomaran cartas en el asunto. Podríamos estar tratando con un golpe de estado autentico, Slayer.
-¿Han intentado negociar?
-No escuchan razones. Están convencidos de que el gobernador llevará el territorio a la ruina total. Como miembro clave de la RCW, no puedo permitir que se pierda la democracia dejando entrar a un nuevo gobernador por la fuerza.
-Tus motivos son cuestionables, pero yendo al grano, ¿que tengo que ver yo con todo esto?
-Dadas tus habilidades, y que no formas parte de ningún bando, queremos que negocies con los Hijos de la Noche, a favor del gobernador Johnson.
Los ojos del pistolero se abrieron como platos. La oferta era demasiado fantasiosa como para ser cierta, por lo que soltó una carcajada en la cara de Dickens.
-Si decides colaborar con nuestra causa-Continuó-se te pagarán unos ocho mil cuarzos, no te mataré y podrás quedarte con esto.
Dickens tomó un objeto envuelto en una funda a sus espaldas, y se lo reveló al pistolero. Era una carabina de repetición con algunos detalles en su diseño, pero para Slayer era una cosa muy distinta.
-¿Como es que...?-Preguntó el pistolero con voz entrecortada.
-No permití que la destruyeran, porque es un arma demasiado hermosa como para convertirse en metal de forja.
El arma había sufrido mucho desde su fabricación. La madera de la culata estaba algo ennegrecida y unas escrituras (de algún lenguaje olvidado, seguramente) se hallaban grabadas en la misma. Era complicado deducir cuando había sido creada y por quien. En Westlands los armeros tenían marcas características que diferenciaban sus armas de las de la competencia. No era el caso de aquella carabina.
-Si lo pones así, aceptaré el trato como un simple mercenario-Dijo Slayer con un tono de voz distinto al que había empleado a lo largo de la conversación-. No esperes mi opinión ni mi preferencia sobre cual bando apoyar. El dinero y el rifle son las únicas cosas que me importan.
-Excelente. Te proporcionaré un HorTec para que vayas a Scattonia. Johnson quiere hablar contigo en persona.
Unas horas mas tarde, el pistolero había recuperado su revolver con su respectiva munición y le habían proporcionado un rifle de serie, aunque en realidad no lo necesitaba. Montado en el caballo mecánico, intercambió unas pocas palabras con Rex Dickens antes de partir.
-¿Sabes lo que le sucederá a la carabina si decides traicionarnos, cierto?-Preguntó Dickens en forma de amenaza.
-Cumpliré la tarea que me encomendaste-Contestó Slayer-. Sin rodeos ni trampas. Después de que obtenga lo que me merezco, acabaré con tu vida.
-Eso ya lo veremos.
El pistolero partió del campamento a todo galope. Las palabras que le dijo al sargento Rex Dickens no podían estar mas alejadas de la realidad. Costase lo que le costase, recuperaría el rifle de repetición que le había pertenecido a su linaje por mas de diez generaciones. La figura de Slayer se perdió en la vasta noche, rumbo a la capital de Westlands.
CONTINUARÁ...
Los ojos del pistolero se abrieron como platos. La oferta era demasiado fantasiosa como para ser cierta, por lo que soltó una carcajada en la cara de Dickens.
-Si decides colaborar con nuestra causa-Continuó-se te pagarán unos ocho mil cuarzos, no te mataré y podrás quedarte con esto.
Dickens tomó un objeto envuelto en una funda a sus espaldas, y se lo reveló al pistolero. Era una carabina de repetición con algunos detalles en su diseño, pero para Slayer era una cosa muy distinta.
-¿Como es que...?-Preguntó el pistolero con voz entrecortada.
-No permití que la destruyeran, porque es un arma demasiado hermosa como para convertirse en metal de forja.
El arma había sufrido mucho desde su fabricación. La madera de la culata estaba algo ennegrecida y unas escrituras (de algún lenguaje olvidado, seguramente) se hallaban grabadas en la misma. Era complicado deducir cuando había sido creada y por quien. En Westlands los armeros tenían marcas características que diferenciaban sus armas de las de la competencia. No era el caso de aquella carabina.
-Si lo pones así, aceptaré el trato como un simple mercenario-Dijo Slayer con un tono de voz distinto al que había empleado a lo largo de la conversación-. No esperes mi opinión ni mi preferencia sobre cual bando apoyar. El dinero y el rifle son las únicas cosas que me importan.
-Excelente. Te proporcionaré un HorTec para que vayas a Scattonia. Johnson quiere hablar contigo en persona.
Unas horas mas tarde, el pistolero había recuperado su revolver con su respectiva munición y le habían proporcionado un rifle de serie, aunque en realidad no lo necesitaba. Montado en el caballo mecánico, intercambió unas pocas palabras con Rex Dickens antes de partir.
-¿Sabes lo que le sucederá a la carabina si decides traicionarnos, cierto?-Preguntó Dickens en forma de amenaza.
-Cumpliré la tarea que me encomendaste-Contestó Slayer-. Sin rodeos ni trampas. Después de que obtenga lo que me merezco, acabaré con tu vida.
-Eso ya lo veremos.
El pistolero partió del campamento a todo galope. Las palabras que le dijo al sargento Rex Dickens no podían estar mas alejadas de la realidad. Costase lo que le costase, recuperaría el rifle de repetición que le había pertenecido a su linaje por mas de diez generaciones. La figura de Slayer se perdió en la vasta noche, rumbo a la capital de Westlands.
CONTINUARÁ...
sábado, 18 de noviembre de 2017
Un pistolero en Westlands (Parte 3)
Una bala perdida fue la responsable de la muerte del pobre anciano dueño del bar. Sus sesos quedaron desparramados por el piso, y su sangre manchó casi todas las botellas de la estantería a sus espaldas. El pistolero tuvo la agilidad suficiente para deslizarse hacia el otro lado de la barra, protegiéndose de los disparos. El soldado que quedaba se las arregló para escapar al exterior de la taberna, dejando a los hombres armados solos con el pistolero.
-Lamentamos que haya tenido que ver eso-Dijeron ambos al unísono-. Nuestro alto líder requiere su presencia en el oeste, si es tan amable de venir con nosotros...
-¿Para quien trabajan ustedes?-Preguntó Slayer mientras abandonaba su cobertura con lentitud. Su revolver estaba amartillado y listo para disparar.
-Somos los Hijos...
Una bala a sus espaldas atravesó la cabeza de uno de los hombres, pero en realidad, no eran hombres. De la herida no brotó sangre alguna, pues expulsó algunas chispas y varias luces y mecanismos complejos estaban a la vista del pistolero. Se quedó paralizado viéndolo, mientras el otro androide (pues eso es lo que eran) salió para enfrentarse a sus contendientes. Slayer por fin abandonó su escondite y se dispuso a irse. En aquellas alturas de su vida, era casi imposible saber si lo buscaban para matarlo o para contratarlo. De cualquiera de las dos formas, la idea no le agradaba para nada. Aún con su arma en mano, el pistolero encontró una salida lateral por la cual huir. Antes de largarse se guardó lo que quedaba de la botella de Whiskey bajo su chaqueta y tomó el revolver del androide muerto. Necesitaría disparar un poco mas de lo normal para llegar hasta su caballo.
Afuera, los disparos volaban en todas direcciones. El androide, a pesar de ser un solo combatiente, les estaba dando bastante pelea a unos cuantos soldados del ejercito de la República Centralizada de Westlands. La RCW, o "los idiotas del gobernador" como casi todo el mundo les decía, eran una organización creada por el gobernador de Westlands cuando la Gran Noche cayó sobre el territorio. Su objetivo general era garantizar la paz a lo largo y ancho de la región, objetivo que no resultó muy bien. Desde varios años, los intentos de la RCW fueron inútiles, y para la población en general solo eran unos rangers con ganas de matar problemas.
Con un arma en cada mano, el pistolero salió corriendo por la calle disparandoles principalmente a los miembros de la RCW. El androide, por su lado, no hizo nada, mas que observar sus movimientos. Tras enfundar los revólveres y activar su corcel, Slayer ya se estaba alejando sobre su HorTec, cuando la voz metálica del robot pronunció un grito en su dirección:
-¡Slayer, espérame en la roca empinada que está al noroeste de aquí. Te alcanzaré en tres minutos y medio!
Ese era el plan del androide, pero no el del pistolero. Avanzó a paso rápido directo hacia el oeste. Existían una serie de cañones donde podría ocultarse si era lo bastante veloz. El intento, sin embargo, fue en vano. Como diez soldados aparecieron persiguiéndolo, y tras unos momentos en esa situación tan complicada, algo imprevisto le ocurrió. Su caballo se apagó en medio de la carrera, cayendo estrepitosamente al suelo. La botella de Whiskey se quebró, y en un breve momento, el pistolero estaba cubierto de alcohol, y de sangre también.
Nada estaba a su favor, pero prefería morir (uno de los aspectos que no les conté sobre la vida del pistolero) antes que caer prisionero del ejercito. De nuevo desenfundó sus pistolas e hizo todo lo que pudo para mantener la distancia. Sus adversarios comenzaron a correr en círculos alrededor de él, tratando de intimidarlo y capturarlo, sin éxito. Su puntería era tan certera, que podía lograr no uno, sino varios tiros justo al cráneo. Cualquiera que lo hubiese visto en ese momento, estaría convencido, sin duda alguna, que él y las armas de fuego estaban hechos el uno para el otro. Las balas del revolver del androide se terminaron, y como los proyectiles que cargaba consigo no le servían, la tiró a un lado y recargó la suya en cuestión de pocos mili-segundos. No falló ni un solo tiro, y ni uno solo consiguió atinarle.
Cuando la nube de polvo, producida por los cadáveres que caían con brusquedad sobre la tierra nocturna, se disipó, la verdad era innegable: Slayer había resultado vencedor en la batalla. No obstante, no fue una bala la que lo derribó, ni tampoco la herida que se hizo con la botella, sino un fuerte culatazo en la nuca. Cayó inconsciente al instante, y los pocos soldados de la RCW que quedaban en la zona (menos de quince) se lo llevaron a su cuartel a unos cuantos kilómetros de distancia. Y al final, el pueblo de Cowfield recuperó la calma que lo caracterizaba y volvió a su silenciosa y solitaria rutina.
CONTINUARÁ...
P.D: Primero que nada, un saludo a tí, querido lector. Dado que la historia de Westlands ya tiene mas de tres partes, posiblemente te preguntarás: ¿Cuantas partes tendrá Un Pistolero en Westlands? Siendo honestos, ¡ni siquiera yo lo sé! Es un poco loco, pues tengo el final rondando mi mente, pero no tengo idea de cuanto tardaré en llegar hasta él. No se acabará pronto, así que les pido que sigan leyendo. Esto está por ponerse interesante.
Oh, ¡Gracias por leer!
martes, 14 de noviembre de 2017
Un pistolero en Westlands (Parte 2)
Después de su pequeña desventura en los Terrenos Inexplorados, el pistolero regresó sobre sus pasos al pequeño pueblo de Cowfield. En aquellos días (mas bien noches) los caminos a recorrer por los viajeros por lo general eran bastante largos y complicados. Entonces apareció el HorTec, una especie de bestia mecánica diseñada para cumplir todas las funciones de un caballo ordinario. Su resistencia era prácticamente ilimitada, por lo que podían correr muchos kilómetros de forma continua. Creado por los Hijos de la Noche, habían puesto la máquina a la venta para el público en general, siendo ésta un rotundo éxito. Nadie pudo explicar que tipo de energía alimentaba tales mecanismos tan complejos, aunque tampoco le importaba a muchas personas. El recibimiento en Cowfield fue bastante frío. Las tres calles que conformaban el pueblo estaban vacías, a excepción de algún que otro cadáver en estado de descomposición.
Pero el pistolero no esperaba algo mejor. Después de todo, era uno de los caza-recompensas mas odiados de la región. Detuvo su marcha junto a un establecimiento en particular. Se podía leer "BAR" en lo alto de la puerta principal. Tras poner a su caballo en modo de hibernación, desmontó y se dispuso a entrar. Desde la caída del sol, Cowfield era un pueblo en decadencia. Era bastante pequeño, pues menos de treinta personas vivían allí. En otros tiempos, solían ser bastante auto-suficientes gracias al cultivo de alimentos, pero aquello parecía un recuerdo bastante lejano
Del otro lado de la puerta, un hombre de barba blanca atendía el sitio detrás de la barra. La penumbra era pobremente iluminada por varias antorchas con mucho desgaste. Además del pistolero y el cantinero, otros dos sujetos se hallaban en la taberna. Vestían largas gabardinas negras a la par con sombreros prominentes del mismo color. El pistolero no pudo divisar sus rostros, pero como buen samaritano, los saludó a ambos como si de verdad los conociera:
-Buenas noches, amigos míos. ¿Como se encuentran hoy? ¿Empezaron a beber sin mí?
No hubo ninguna respuesta. Antes de que Slayer dijera otra palabra, el mesonero intervino:
-Déjelos tranquilos, señor. Parece que no son muy expresivos. Han estado aquí desde hace varias horas y no han dicho ni hecho nada en particular, además de estar sentados ahí con aspecto amenazante. Venga, siéntese, le serviré algo.
El pistolero asintió con la cabeza y se sentó junto al anciano en la barra. Éste le sirvió un trago de un Whiskey algo antiguo, pero de agradable sabor.
-¿Piensas cobrarme por esto?-Preguntó el forajido señalando la copa de vidrio.
-Eres muy famoso, pistolero-Contestó el hombre viejo mientras tomaba asiento-. Creo que si decido cobrarte, desenfundarás tu arma y me matarás, ¿o me equivoco?
-En realidad no-Dijo Slayer mientras se servía otra copa de Whiskey.
-¿De donde vienes?
-De los Terrenos Inexplorados. Unos bastardos me estaban persiguiendo, pero los monstruos no tuvieron ninguna misericordia con ellos. Apenas logré escapar.
-Entonces los monstruos existen. Supongo que cada día se aprende algo nuevo...
-¿Y que me cuentas de Cowfield? Quería pasar por aquí antes, pero no tuve esa oportunidad.
-Es un pueblo fantasma, siendo francos. Los visitantes son tan escasos como los alimentos, pero de vez en cuando aparecen algunos científicos haciendo preguntas raras.
-¿Y que tan seguido aparecen esa clase hombres por aquí?
El pistolero señaló a la pareja sentada en la mesa junto a la entrada. Lo habían dejado un poco intrigado, debía reconocerlo.
-No tanto-Contestó el anciano-. La última vez que vi a alguien con un aspecto similar, buscaba problemas. Pero con suerte...
El hombre quedó en silencio, cuando en el exterior, el trote de unos HorTec se aproximaban al bar. El pistolero solo se limitó a servirse otro trago y esperar con paciencia. Del otro lado de la puerta de madera, aparecieron otros dos sujetos armados con rifles de repetición. Su vestimenta indicaba que eran militares, pero el cantinero no pudo identificar a cual ejercito pertenecían.
-Muy bien, infelices-Exclamó uno de ellos-. Hemos venido aquí buscando a aquel conocido como Slayer. Si cooperan con nosotros podremos irnos sin hacer mas escándalo del necesario.
-Dame un minuto, camarada-Dijo Slayer mientras se servía una última copa. El alcohol parecía empezar a afectarlo un poco-. Un último trago y los atiendo.
-Por orden de nuestro sargento en jefe, debes venir con nosotros o...
Los dos sujetos enigmáticos se pusieron de pie y callaron al soldado con un disparo a quemarropa. Una lluvia de balas se desató en el lugar, mientras que el pistolero terminaba su bebida con una tranquilidad propia de un borracho.
CONTINUARÁ...
Pero el pistolero no esperaba algo mejor. Después de todo, era uno de los caza-recompensas mas odiados de la región. Detuvo su marcha junto a un establecimiento en particular. Se podía leer "BAR" en lo alto de la puerta principal. Tras poner a su caballo en modo de hibernación, desmontó y se dispuso a entrar. Desde la caída del sol, Cowfield era un pueblo en decadencia. Era bastante pequeño, pues menos de treinta personas vivían allí. En otros tiempos, solían ser bastante auto-suficientes gracias al cultivo de alimentos, pero aquello parecía un recuerdo bastante lejano
Del otro lado de la puerta, un hombre de barba blanca atendía el sitio detrás de la barra. La penumbra era pobremente iluminada por varias antorchas con mucho desgaste. Además del pistolero y el cantinero, otros dos sujetos se hallaban en la taberna. Vestían largas gabardinas negras a la par con sombreros prominentes del mismo color. El pistolero no pudo divisar sus rostros, pero como buen samaritano, los saludó a ambos como si de verdad los conociera:
-Buenas noches, amigos míos. ¿Como se encuentran hoy? ¿Empezaron a beber sin mí?
No hubo ninguna respuesta. Antes de que Slayer dijera otra palabra, el mesonero intervino:
-Déjelos tranquilos, señor. Parece que no son muy expresivos. Han estado aquí desde hace varias horas y no han dicho ni hecho nada en particular, además de estar sentados ahí con aspecto amenazante. Venga, siéntese, le serviré algo.
El pistolero asintió con la cabeza y se sentó junto al anciano en la barra. Éste le sirvió un trago de un Whiskey algo antiguo, pero de agradable sabor.
-¿Piensas cobrarme por esto?-Preguntó el forajido señalando la copa de vidrio.
-Eres muy famoso, pistolero-Contestó el hombre viejo mientras tomaba asiento-. Creo que si decido cobrarte, desenfundarás tu arma y me matarás, ¿o me equivoco?
-En realidad no-Dijo Slayer mientras se servía otra copa de Whiskey.
-¿De donde vienes?
-De los Terrenos Inexplorados. Unos bastardos me estaban persiguiendo, pero los monstruos no tuvieron ninguna misericordia con ellos. Apenas logré escapar.
-Entonces los monstruos existen. Supongo que cada día se aprende algo nuevo...
-¿Y que me cuentas de Cowfield? Quería pasar por aquí antes, pero no tuve esa oportunidad.
-Es un pueblo fantasma, siendo francos. Los visitantes son tan escasos como los alimentos, pero de vez en cuando aparecen algunos científicos haciendo preguntas raras.
-¿Y que tan seguido aparecen esa clase hombres por aquí?
El pistolero señaló a la pareja sentada en la mesa junto a la entrada. Lo habían dejado un poco intrigado, debía reconocerlo.
-No tanto-Contestó el anciano-. La última vez que vi a alguien con un aspecto similar, buscaba problemas. Pero con suerte...
El hombre quedó en silencio, cuando en el exterior, el trote de unos HorTec se aproximaban al bar. El pistolero solo se limitó a servirse otro trago y esperar con paciencia. Del otro lado de la puerta de madera, aparecieron otros dos sujetos armados con rifles de repetición. Su vestimenta indicaba que eran militares, pero el cantinero no pudo identificar a cual ejercito pertenecían.
-Muy bien, infelices-Exclamó uno de ellos-. Hemos venido aquí buscando a aquel conocido como Slayer. Si cooperan con nosotros podremos irnos sin hacer mas escándalo del necesario.
-Dame un minuto, camarada-Dijo Slayer mientras se servía una última copa. El alcohol parecía empezar a afectarlo un poco-. Un último trago y los atiendo.
-Por orden de nuestro sargento en jefe, debes venir con nosotros o...
Los dos sujetos enigmáticos se pusieron de pie y callaron al soldado con un disparo a quemarropa. Una lluvia de balas se desató en el lugar, mientras que el pistolero terminaba su bebida con una tranquilidad propia de un borracho.
CONTINUARÁ...
sábado, 11 de noviembre de 2017
Un pistolero en Westlands (Parte 1)
Hace mucho tiempo, en una tierra diferente a la que habitamos actualmente, vivía un pistolero. La eterna noche en la que su mundo estaba envuelto, era la menor de sus preocupaciones. Desde hacia un par de días, unos antiguos amigos suyos lo habían perseguido sin parar, pues tenían la intención de saldar ciertas deudas que tenían pendientes. Sin embargo, el pistolero se había ocultado (de forma temporal, por supuesto) en los Terrenos Inexplorados, retrasando la búsqueda de sus ex-colegas. Así era la vida del pistolero, para bien o para mal. Traicionar a sus colegas y amigos era algo que éste era incapaz de evitar. Después de que sus conocidos no podían ofrecerle ninguna clase de aporte para sus propósitos, el sujeto los abandonaba de ser posible, y si no, los mataba con su mortífero revolver de ocho balas. Durante muchos años, estuvo repitiendo este proceso a lo largo y ancho del territorio de Westlands. Era extraño, pero seguía con vida. Por su forma de ser, muchos lo conocieron bajo un nombre que unos campesinos le pusieron: Slayer.
Aquella noche, se encontraba descansando en un campamento improvisado que había construido en una pequeña colina. Todo su alrededor estaba cubierto de una bruma realmente densa. No se podía divisar nada. Su HorTec yacía al lado de la fogata, en modo de hibernación. El pistolero no se atrevía a conciliar el sueño, decisión que un sitio tan inhóspito como lo son los Terrenos Inexplorados, resultaba sabia en verdad. Ubicados en el Éste de Westlands, los Terrenos Inexplorados eran conocidos como un área cuya extensión era un misterio. La niebla era mas pesada en ese lugar que en ningún otro sitio. Mas allá de las fronteras, criaturas horrorosas de aspecto indescriptible acechaban a los viajeros que se atrevieran a entrar allí, y no quedaron muchos testigos que contaran esas historias. Para muchos, solo eran cuentos para niños, pero el pistolero había dejado de ser uno desde varias décadas.
A su alrededor, el augurio de seres extraños, ocultos en las tinieblas, era el recordatorio perfecto de porqué no podía permitirse ni el mas pequeño descuido. Con cierta regularidad, revisaba las cámaras de su revolver para asegurarse de que todas estuviesen llenas. Mas de uno, en una situación similar, se hubiesen pegado un tiro en esas circunstancias. Pero el pistolero era diferente. Su serenidad y su paciencia, eran cualidades que mas de un caza-recompensas desearía tener. Unos ruidos entre la niebla llamaron especialmente su atención. Los reconoció como el relinchar de varios HorTec. No lo pensó dos veces y apagó la fogata lo mas rápido que pudo.
Por un momento, los caballos mecánicos se detuvieron por unos instantes. El silencio era sepulcral, y las criaturas podrían aparecer en cualquier momento ante la ausencia de luz. Muchos disparos se oyeron a la lejanía, entremezclados con los gritos de varios hombres y ciertos rugidos, todos desconocidos para el pistolero. Se acercó con suma cautela a su caballo, listo para salir corriendo en caso de haber problemas. A unos metros de él, el pistolero distinguió a un jinete bastante alterado. Giraba en todas direcciones con su HorTec, como si no supiera que hacer. Era uno de los hombres que le seguían la pista al gran Slayer, pero se había quedado solo.
El pistolero, silencioso como un cuchillo, apuntó su arma hacia el temeroso muchacho, que aún no se había percatado de su presencia. El disparo fue sonoro y debió oírse a unos cuantos kilómetros. Slayer maldijo para sus adentros, pues el tiro había impactado en la espalda del sujeto, cuando éste apuntaba a la cabeza. Tomó su respectivo caballo y se paró en seco junto al chico moribundo. Una mezcla de indignación y furia se dibujó en el rostro del joven, quien impotente, trató de alcanzar a su atacante con sus manos, sin éxito. El pistolero volvió a apuntar, y tras tirar del percutor, la vida de aquel hombre se desvaneció con un solo movimiento de la muñeca. Esa noche fue bastante difícil, pues el pistolero tuvo que pelear con varios monstruos para huir de los Terrenos Inexplorados. Al final, sobrevivió para respirar el aire nocturno por un buen rato.
CONTINUARÁ...
Por un momento, los caballos mecánicos se detuvieron por unos instantes. El silencio era sepulcral, y las criaturas podrían aparecer en cualquier momento ante la ausencia de luz. Muchos disparos se oyeron a la lejanía, entremezclados con los gritos de varios hombres y ciertos rugidos, todos desconocidos para el pistolero. Se acercó con suma cautela a su caballo, listo para salir corriendo en caso de haber problemas. A unos metros de él, el pistolero distinguió a un jinete bastante alterado. Giraba en todas direcciones con su HorTec, como si no supiera que hacer. Era uno de los hombres que le seguían la pista al gran Slayer, pero se había quedado solo.
El pistolero, silencioso como un cuchillo, apuntó su arma hacia el temeroso muchacho, que aún no se había percatado de su presencia. El disparo fue sonoro y debió oírse a unos cuantos kilómetros. Slayer maldijo para sus adentros, pues el tiro había impactado en la espalda del sujeto, cuando éste apuntaba a la cabeza. Tomó su respectivo caballo y se paró en seco junto al chico moribundo. Una mezcla de indignación y furia se dibujó en el rostro del joven, quien impotente, trató de alcanzar a su atacante con sus manos, sin éxito. El pistolero volvió a apuntar, y tras tirar del percutor, la vida de aquel hombre se desvaneció con un solo movimiento de la muñeca. Esa noche fue bastante difícil, pues el pistolero tuvo que pelear con varios monstruos para huir de los Terrenos Inexplorados. Al final, sobrevivió para respirar el aire nocturno por un buen rato.
CONTINUARÁ...
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