martes, 14 de noviembre de 2017

Un pistolero en Westlands (Parte 2)

   Después de su pequeña desventura en los Terrenos Inexplorados, el pistolero regresó sobre sus pasos al pequeño pueblo de Cowfield. En aquellos días (mas bien noches) los caminos a recorrer por los viajeros por lo general eran bastante largos y complicados. Entonces apareció el HorTec, una especie de bestia mecánica diseñada para cumplir todas las funciones de un caballo ordinario. Su resistencia era prácticamente ilimitada, por lo que podían correr muchos kilómetros de forma continua. Creado por los Hijos de la Noche, habían puesto la máquina a la venta para el público en general, siendo ésta un rotundo éxito. Nadie pudo explicar que tipo de energía alimentaba tales mecanismos tan complejos, aunque tampoco le importaba a muchas personas. El recibimiento en Cowfield fue bastante frío. Las tres calles que conformaban el pueblo estaban vacías, a excepción de algún que otro cadáver en estado de descomposición.

   Pero el pistolero no esperaba algo mejor. Después de todo, era uno de los caza-recompensas mas odiados de la región. Detuvo su marcha junto a un establecimiento en particular. Se podía leer "BAR" en lo alto de la puerta principal. Tras poner a su caballo en modo de hibernación, desmontó y se dispuso a entrar. Desde la caída del sol, Cowfield era un pueblo en decadencia. Era bastante pequeño, pues menos de treinta personas vivían allí. En otros tiempos, solían ser bastante auto-suficientes gracias al cultivo de alimentos, pero aquello parecía un recuerdo bastante lejano

   Del otro lado de la puerta, un hombre de barba blanca atendía el sitio detrás de la barra. La penumbra era pobremente iluminada por varias antorchas con mucho desgaste. Además del pistolero y el cantinero, otros dos sujetos se hallaban en la taberna. Vestían largas gabardinas negras a la par con sombreros prominentes del mismo color. El pistolero no pudo divisar sus rostros, pero como buen samaritano, los saludó a ambos como si de verdad los conociera:

-Buenas noches, amigos míos. ¿Como se encuentran hoy? ¿Empezaron a beber sin mí?

   No hubo ninguna respuesta. Antes de que Slayer dijera otra palabra, el mesonero intervino:

-Déjelos tranquilos, señor. Parece que no son muy expresivos. Han estado aquí desde hace varias horas y no han dicho ni hecho nada en particular, además de estar sentados ahí con aspecto amenazante. Venga, siéntese, le serviré algo.

   El pistolero asintió con la cabeza y se sentó junto al anciano en la barra. Éste le sirvió un trago de un Whiskey algo antiguo, pero de agradable sabor. 

-¿Piensas cobrarme por esto?-Preguntó el forajido señalando la copa de vidrio.

-Eres muy famoso, pistolero-Contestó el hombre viejo mientras tomaba asiento-. Creo que si decido cobrarte, desenfundarás tu arma y me matarás, ¿o me equivoco?

-En realidad no-Dijo Slayer mientras se servía otra copa de Whiskey.

-¿De donde vienes?

-De los Terrenos Inexplorados. Unos bastardos me estaban persiguiendo, pero los monstruos no tuvieron ninguna misericordia con ellos. Apenas logré escapar.

-Entonces los monstruos existen. Supongo que cada día se aprende algo nuevo...

-¿Y que me cuentas de Cowfield? Quería pasar por aquí antes, pero no tuve esa oportunidad.

-Es un pueblo fantasma, siendo francos. Los visitantes son tan escasos como los alimentos, pero de vez en cuando aparecen algunos científicos haciendo preguntas raras.

-¿Y que tan seguido aparecen esa clase hombres por aquí?

   El pistolero señaló a la pareja sentada en la mesa junto a la entrada. Lo habían dejado un poco intrigado, debía reconocerlo.

-No tanto-Contestó el anciano-. La última vez que vi a alguien con un aspecto similar, buscaba problemas. Pero con suerte...

   El hombre quedó en silencio, cuando en el exterior, el trote de unos HorTec se aproximaban al bar. El pistolero solo se limitó a servirse otro trago y esperar con paciencia. Del otro lado de la puerta de madera, aparecieron otros dos sujetos armados con rifles de repetición. Su vestimenta indicaba que eran militares, pero el cantinero no pudo identificar a cual ejercito pertenecían.

-Muy bien, infelices-Exclamó uno de ellos-. Hemos venido aquí buscando a aquel conocido como Slayer. Si cooperan con nosotros podremos irnos sin hacer mas escándalo del necesario.

-Dame un minuto, camarada-Dijo Slayer mientras se servía una última copa. El alcohol parecía empezar a afectarlo un poco-. Un último trago y los atiendo.

-Por orden de nuestro sargento en jefe, debes venir con nosotros o...

   Los dos sujetos enigmáticos se pusieron de pie y callaron al soldado con un disparo a quemarropa. Una lluvia de balas se desató en el lugar, mientras que el pistolero terminaba su bebida con una tranquilidad propia de un borracho.

CONTINUARÁ...

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