El camino hacia Scattonia no había sido tan sencillo para Slayer. Tuvo que atravesar los Cañones del Diablo, donde mas de una banda de bandidos intentaron asaltarlo. Cabe destacar que ninguno de ellos pudo acercarse al pistolero por una distancia de por lo menos veinte metros sin recibir un disparo certero. En mas de una ocasión, éste dudó sobre si escapar u obedecer las ordenes de Dickens. Su orgullo y su espíritu salvaje le gritaban desde lo mas profundo que huyera, que no siguiera las ordenes de aquel hombre. Después podría organizar un ataque para recuperar el rifle de su familia. Pero su mente, que era la última frontera entre el pensamiento y la acción, le decía otra cosa. El sargento Rex Dickens era un sujeto conocido por cumplir promesas, ¿Y si se atreviese a destruir aquella reliquia tan antigua? El pistolero jamás podría perdonárselo. Además, para escapar primero tendría que lidiar con la carga de explosivos y la programación de emergencia que Rex había arreglado en el HorTec que el pistolero cabalgaba.
La decisión definitiva fue seguir las ordenes, y así Slayer llegó a la gran ciudad de Scattonia. No era tan deslumbrante ni tan maravillosa como la RCW y la mayoría de los pobladores contaban. La Gran Noche había resultado muy fuerte para la capital de Westlands. Durante el día, era un lugar prospero y acogedor, donde habitaban personas descendientes de las familias que colonizaron el territorio hacía siglos. Casi era una aristocracia, salvo porque una milésima parte de la población eran nativos de la zona. Todo esto fue durante el gobierno de Whistle, el antecesor de Johnson. Cuando ya no hubo mas sol, Johnson tuvo que hacer lo mejor que pudo para mantener la estabilidad. Igualó las condiciones de vida de los nobles y de los desfavorecidos, y las raciones de comida, provenientes de un plan de contingencia que Whistle había dejado para cuando llegase La Gran Noche, se repartieron equitativamente. Eran las mejores decisiones dadas las circunstancias, pero la destruida aristocracia estaba furiosa por perder todos sus privilegios como miembros de las familias originales de Westlands. Como sus voces eran mas influyentes que todas las demás, esparcieron calumnias y mentiras sobre Johnson, acusandolo de promover la corrupción.
El pistolero los odiaba a todos y cada uno de ellos, al fin y al cabo, sus ascendientes mataron al suyo. Intentó aniquilarlos en mas de una ocasión, pero el sol aún brillaba, y la seguridad dentro los muros de Scattonia era implacable e incapaz de cometer errores. Mientras cabalgaba entre los vendedores ambulantes rumbo al Palacio Real, ignorando las extravagantes ofertas que estos le hacían, Slayer pensó en sus días como soldado de la República Centralizada de Westlands. Solo habían transcurrido dos años, cuando cruzó por primera vez la puerta de la capital y se alistó en la recién creada milicia del gobernador. Su pensamiento fue abruptamente interrumpido cuando se encontró en la entrada del edifico de gobierno, siendo apuntado por el rifle de energía de un guardia.
-¿Que haces aquí?-Preguntó con voz ronca -. Tienes valor para regresar después de todo el tiempo que ha pasado.
-Rex Dickens me envía-Contestó el pistolero-. Estoy en una misión personal para el señor Johnson, si quieres pregunta, pero no me hagas perder el tiempo.
El guardia retrocedió y entró al palacio. Unos instantes después volvió y exclamó mientras enfundaba su arma:
-Dices la verdad. Deja tu caballo aquí y pasa de una vez.
Mientras desmontaba, Slayer sintió que conocía al sujeto, pero le fue imposible recordar su nombre. Lo mas probable era que en algún momento del pasado, le hubiese hecho algo. El pistolero experimentó una mezcla de impresión y decepción (por muy loco que suene), al contemplar el interior del Palacio Real de Westlands. Nunca antes había entrado a aquel lugar. El techo era bastante amplio, adornado por algunas obras de arte abstractas. Las paredes, por su lado, estaban pintadas de un color verde bosque admirable. Los retratos de altos funcionarios y gobernadores anteriores decoraban el sitio. A pesar de su buen aspecto, el edificio parecía abandonado.
Slayer no divisó siquiera a diez personas en aquella sala tan imponente. Solo una recepcionista y otros guardias. Una de las puertas internas, ubicada a la izquierda de la estancia, se abrió produciendo el sonido característico de la madera vieja. Un hombre, con una pequeña zona del cabello encanecido, vestido con un traje blanco y guantes del mismo color, cruzó la puerta. Su forma de caminar denotaba elegancia, y su vestimenta una alta posición económica. El pistolero se hallaba ante nada mas ni nada menos que el gobernador del territorio, Derek Johnson.
-Así que tu eres el hombre que el sargento Dickens me ha enviado-Dijo Johnson con una voz senil y amable-. Déjame decirte, hijo, que esta misión que te voy a explicar puede costarte la vida, y la de muchas personas si los Hijos de la Noche tienen éxito en su cometido, ¿Estás seguro de que quieres continuar?
-Tengo un interés personal en esto-Contestó Slayer-. Haré lo que se me pida, pero no porque lo apoye a usted o a la RCW, sino porque Rex Dickens tiene algo que me pertenece. Tómelo en cuenta.
Johnson soltó una carcajada que parecía mas bien un sollozo. Después de eso, agregó:
-Me habían advertido de ti. Pero no te pongas tan a la defensiva, todos tenemos nuestros intereses en este asunto. Acompáñame a mi estudio para conversar con mas calma, si así lo deseas.
El pistolero asintió con la cabeza. Ambos regresaron por el mismo pasillo por el que el gobernador había emergido. A diferencia del salón principal, esa parte del palacio yacía en un estado deplorable. La pintura rebosaba de humedad y las baldosas del suelo estaban muy sucias y desgastadas. Al final del camino, ambos hombres se encontraron en el despacho oficial de Johnson. De la pared colgaba un rifle de repetición con un trabajo artesanal impecable. La culata relucía unas pinceladas perfectas que le daban un toque dorado a la madera. El cañón, así como las demás partes metálicas, se hallaban cromadas, proporcionándole un brillo celestial. Era muy hermosa. A un lado del escritorio personal del gobernador, varias estanterías resguardaban decenas de libros, la mayoría de contabilidad. La economía de Westlands reposaba en esas paginas. Un fuerte portazo a sus espaldas, hizo que el pistolero posara su mano sobre la funda de su revolver. De alguna forma, Johnson había cambiado. Era unos centímetros mas alto, y algunas de sus canas ya no estaban. Se veía mucho mas imponente, en parte porque en un movimiento ridículamente veloz, se armó con la carabina que colgaba de la pared.
Le apuntaba a Slayer. Éste, por su parte, no podía hacer nada. Desenfundar sería una sentencia de muerte, y quedarse quieto y callado, no era su estilo.
-Dudo que quieras matarme-Exclamó-. Dickens tiene mas motivos que tu para hacerlo, y cuando tuvo la oportunidad no se atrevió porque se lo prohibiste. ¿Cual es tu juego, Johnson?
-Siéntate ahí-Contestó el gobernador. Hasta su voz era mas grave y rejuvenecida-. Vamos a hablar claro, y tu accederás a todo lo que yo te ofrezca.
Slayer sonrió para sus adentros. A lo largo de su vida se había encontrado con mas de un sujeto dispuesto a jalar el gatillo sin importar qué, pero Johnson, era el mas escalofriante de todos ellos.
CONTINUARÁ...
*La Gran Noche: En Westlands, se define como el periodo nocturno mas reciente que azota a la región. A diferencia de otras noches, donde la supervivencia de la población y el orden general estaban garantizados gracias a la gestión de los gobernadores, la más reciente se presenta como una de las mas arduas, pues el periodo de Whistle tuvo serias complicaciones con el racionamiento de la comida, sumado a varios conflictos ideológicos relacionados con el gobierno de Derek Johnson, al cual se le considera ineficiente e incapaz de gobernar, ocasionando a su vez revueltas armadas y delincuencia a lo largo y ancho del territorio . Por lo tanto, Westlands se encuentra en una de sus etapas mas oscuras.
Hay quien dice que cada cabeza es un mundo. Por lo tanto, sean bienvenidos a mi mundo, donde las historias que he concebido pueden hacerse realidad.
lunes, 11 de diciembre de 2017
viernes, 8 de diciembre de 2017
Un pistolero en Westlands (Parte 5)
En otros tiempos, antes de que el pistolero iniciase su cruzada por Westlands (y cuando el sol aún resplandecía en lo alto del cielo) el territorio era muy descentralizado y caótico. La magia, una de las practicas mas extravagantes de aquellos días, se veía amenazada por la colonización del terreno. Provenientes de la lejana isla de Fotscry, unos hombres arribaron en las costas de Westlands, destinados a civilizar esas tierras. No los acompañaron dos o tres barcos, sino decenas. Eran todo un ejercito, que no pararía ante nada ni nadie.
Durante un año, los colonos (en su mayoría hechiceros y campesinos corrientes) intentaron defender sus creencias así como su modo de vida, pero los colonizadores los sobrepasaban en número, haciendo imposible que ganaran la batalla. En el sitio que en tiempos mas recientes se conoce como Scattonia, el último hechicero que aún no habían calcinado en una hoguera o asesinado a puñaladas, hizo un último esfuerzo para salvar su vida. Primero, utilizó un conjuro para reunir la esencia de toda la magia en Westlands. Era una energía muy poderosa, y quien la tuviera sería invencible por lo menos durante diez siglos. Lucía como una esfera de gran tamaño, de un color cambiante que oscilaba entre rojo, azul y verde, los cuales representaban el mal, el bien y lo desconocido. Sin embargo, en lugar de usarla él mismo, el hechicero la confinó en un cofre de oro adornado con plata y bronce, donde solo un gobernante digno podría reclamar su poder.
Ni siquiera él mismo sería capaz de usarla correctamente sin morir. Luego, mediante un ritual primigenio, forjó la primera arma de fuego de la historia. El poder que su cañón podía proporcionarle a las balas era abrumador, pudiendo atravesar a varios soldados a la vez. Era magnifica, era legendaria. Tras dos días de espera, los colonizadores por fin lo hallaron e iban a matarlo, pero aquel hombre les dio la pelea de sus vidas. Solo él, consiguió asesinar a mas de noventa soldados antes de que un tiro por la espalda lo abatiera, por fin. El lider colonizador, quedó tan maravillado por su valentía que conservó el artefacto que le había costado la vida a tantos de sus hombres y la mandó a estudiar.
En base a dicho artilugio, la tecnología que conforma el Westlands moderno dio sus primeros pasos. El revolver y el HorTec, por su lado, son derivados de esta tecnología. No obstante. décadas después, esta arma fue robada, y desde entonces se han escuchado toda clase de historias, sobre un rifle con propiedades místicas que le confiere a su portador la fuerza de cincuenta hombres, entre muchas otras variantes. Y así el tiempo pasó, así como el rifle cambiaba constantemente de dueño.
Fue el linaje del mismísimo pistolero, empezando por el hechicero, quienes habían resguardado tan poderoso artefacto de combate, cediéndolo de generación en generación, hasta llegar a Slayer, quien lo había perdido hacia años. Su destino estaba unido al de la carabina de repetición, se convenció a si mismo mientras entraba sobre su montura mecánica en la milenaria ciudad de Scattonia.
CONTINUARÁ...
lunes, 4 de diciembre de 2017
Un pistolero en Westlands (Parte 4)
Con cierta desconfianza, el pistolero por fin abrió los ojos. Sentía un dolor bastante agudo en la parte trasera de la cabeza, producto del golpe que lo dejó inconsciente. Al recobrar la conciencia, su único pensamiento era conseguir un arma y escapar. Se encontraba dentro de una tienda de campaña, sin su revolver ni su camisa. Uno de los médicos de la RCW había tratado la herida que se hizo con la botella, dejando en su lugar unos cuantos puntos de sutura. Aparte de un botiquín lleno de instrumentos quirúrgicos, la camisa del pistolero se hallaba bien doblada a un lado de su cama. Se la puso, y al salir al exterior, se encontró rodeado de soldados por todas partes.
Sus captores lo habían llevado a uno de los cuarteles de la RCW. A lo largo de todo Westlands, la RCW había montado cuarteles y puestos de avanzada para facilitar su labor de llevar la justicia por todo el territorio. Sin embargo, debido a su deficiente administración, la mayoría de estos lugares se perdieron, ya sea porque los soldados se retiraban por no recibir recursos suficientes, o porque sus ocupantes se lo robaban todo. Para el pistolero, sería bastante difícil huir dadas las circunstancias. La oscuridad de la noche podría ayudarlo a escabullirse, pero con tantos soldados portando antorchas, prefería esperar que recibir un disparo y morir desangrado. Un uniformado se le acercó al ver que había despertado y le dijo:
-Acompáñeme, Slayer. Mi sargento quiere hablar personalmente con usted.
No tuvo otra alternativa que seguir al soldado. Éste le puso unas esposas, por si acaso. El cuartel estaba conformado por unas dos docenas de carpas. Algunas servían como enfermerías, otras como armerías improvisadas, y otras para dormir. Durante el trayecto, Slayer preguntó:
-¿Cuanto tiempo me han mantenido aquí?
-Cerca de cinco horas-Contestó el soldado-. El doctor tardó una hora en quitarte los pedazos de vidrio que tenías incrustados. Y de resto, solo dormiste como un holgazán.
Todos los soldados que pasaban cerca del pistolero, lo miraban con mala cara. Se limitó a sonreír para sus adentros. En tiempos pasados, acabó con la vida de decenas de soldados pertenecientes a la RCW (aparte de los tantos que había asesinado horas antes). Llegaron a una tienda bien iluminada, con varios mapas de Westlands sobre una mesa en el centro. Del otro lado de ésta, se hallaba un hombre fornido, con el símbolo de sargento en el centro de su uniforme. Su largo sombrero no dejaba entrever mucho sus rasgos, pero se notaba una barba poblada que surcaba su rostro. Aquel sujeto, era nada mas y nada menos que Rex Dickens.
-Déjenos solos, teniente-Dijo con una voz un poco mas grave que la del pistolero-. Quiero hablar a solas con nuestro prisionero.
El soldado se retiró de la escena, dejando a Dickens y a Slayer completamente solos.
-¿Ahora eres sargento?-Preguntó Slayer-. Jamás creí que llegarías.
-Las cosas han cambiado mucho desde que desapareciste, bastardo infeliz-Contestó Dickens.
Sin aviso, Rex golpeó al pistolero en la cara, derribándolo de inmediato. Lo sintió como un martillazo seco, por lo que tardó en ponerse de pie.
-¿Tienes la mas mínima idea de lo que quiero hacerte?-Preguntó Dickens, tomándolo del cuello con fuerza.
-¿Asesinarme con un disparo de escopeta en la cabeza?-Preguntó Slayer en voz muy baja. La presión en su cuello le impedía hablar con normalidad.
-Correcto-Contestó Rex mientras lo soltaba-. Pero por orden del gobernador, no puedo hacer eso.
-Creo que no te entiendo, viejo amigo.
-Tu no eres mi amigo. Si no dejé que murieras de una hemorragia, como la vil rata que eres, es porque te necesitamos de nuestro lado.
-Si crees que volveré al ejercito, yo mismo acabaré con mi vida, Dickens. Sé mas explicito con tus intenciones.
-Tenemos problemas serios con los Hijos de la Noche. Desde hace meses han estado muy activos, y tienen muchos hombres a su disposición. Han expresado en infinidad de ocasiones, que si Westlands desea sobrevivir a los peligros de la oscuridad nocturna, el gobernador debe ceder su puesto a un tal "Cornelius Swaft". De no hacerlo, ellos mismos tomaran cartas en el asunto. Podríamos estar tratando con un golpe de estado autentico, Slayer.
-¿Han intentado negociar?
-No escuchan razones. Están convencidos de que el gobernador llevará el territorio a la ruina total. Como miembro clave de la RCW, no puedo permitir que se pierda la democracia dejando entrar a un nuevo gobernador por la fuerza.
-Tus motivos son cuestionables, pero yendo al grano, ¿que tengo que ver yo con todo esto?
-Dadas tus habilidades, y que no formas parte de ningún bando, queremos que negocies con los Hijos de la Noche, a favor del gobernador Johnson.
Los ojos del pistolero se abrieron como platos. La oferta era demasiado fantasiosa como para ser cierta, por lo que soltó una carcajada en la cara de Dickens.
-Si decides colaborar con nuestra causa-Continuó-se te pagarán unos ocho mil cuarzos, no te mataré y podrás quedarte con esto.
Dickens tomó un objeto envuelto en una funda a sus espaldas, y se lo reveló al pistolero. Era una carabina de repetición con algunos detalles en su diseño, pero para Slayer era una cosa muy distinta.
-¿Como es que...?-Preguntó el pistolero con voz entrecortada.
-No permití que la destruyeran, porque es un arma demasiado hermosa como para convertirse en metal de forja.
El arma había sufrido mucho desde su fabricación. La madera de la culata estaba algo ennegrecida y unas escrituras (de algún lenguaje olvidado, seguramente) se hallaban grabadas en la misma. Era complicado deducir cuando había sido creada y por quien. En Westlands los armeros tenían marcas características que diferenciaban sus armas de las de la competencia. No era el caso de aquella carabina.
-Si lo pones así, aceptaré el trato como un simple mercenario-Dijo Slayer con un tono de voz distinto al que había empleado a lo largo de la conversación-. No esperes mi opinión ni mi preferencia sobre cual bando apoyar. El dinero y el rifle son las únicas cosas que me importan.
-Excelente. Te proporcionaré un HorTec para que vayas a Scattonia. Johnson quiere hablar contigo en persona.
Unas horas mas tarde, el pistolero había recuperado su revolver con su respectiva munición y le habían proporcionado un rifle de serie, aunque en realidad no lo necesitaba. Montado en el caballo mecánico, intercambió unas pocas palabras con Rex Dickens antes de partir.
-¿Sabes lo que le sucederá a la carabina si decides traicionarnos, cierto?-Preguntó Dickens en forma de amenaza.
-Cumpliré la tarea que me encomendaste-Contestó Slayer-. Sin rodeos ni trampas. Después de que obtenga lo que me merezco, acabaré con tu vida.
-Eso ya lo veremos.
El pistolero partió del campamento a todo galope. Las palabras que le dijo al sargento Rex Dickens no podían estar mas alejadas de la realidad. Costase lo que le costase, recuperaría el rifle de repetición que le había pertenecido a su linaje por mas de diez generaciones. La figura de Slayer se perdió en la vasta noche, rumbo a la capital de Westlands.
CONTINUARÁ...
Los ojos del pistolero se abrieron como platos. La oferta era demasiado fantasiosa como para ser cierta, por lo que soltó una carcajada en la cara de Dickens.
-Si decides colaborar con nuestra causa-Continuó-se te pagarán unos ocho mil cuarzos, no te mataré y podrás quedarte con esto.
Dickens tomó un objeto envuelto en una funda a sus espaldas, y se lo reveló al pistolero. Era una carabina de repetición con algunos detalles en su diseño, pero para Slayer era una cosa muy distinta.
-¿Como es que...?-Preguntó el pistolero con voz entrecortada.
-No permití que la destruyeran, porque es un arma demasiado hermosa como para convertirse en metal de forja.
El arma había sufrido mucho desde su fabricación. La madera de la culata estaba algo ennegrecida y unas escrituras (de algún lenguaje olvidado, seguramente) se hallaban grabadas en la misma. Era complicado deducir cuando había sido creada y por quien. En Westlands los armeros tenían marcas características que diferenciaban sus armas de las de la competencia. No era el caso de aquella carabina.
-Si lo pones así, aceptaré el trato como un simple mercenario-Dijo Slayer con un tono de voz distinto al que había empleado a lo largo de la conversación-. No esperes mi opinión ni mi preferencia sobre cual bando apoyar. El dinero y el rifle son las únicas cosas que me importan.
-Excelente. Te proporcionaré un HorTec para que vayas a Scattonia. Johnson quiere hablar contigo en persona.
Unas horas mas tarde, el pistolero había recuperado su revolver con su respectiva munición y le habían proporcionado un rifle de serie, aunque en realidad no lo necesitaba. Montado en el caballo mecánico, intercambió unas pocas palabras con Rex Dickens antes de partir.
-¿Sabes lo que le sucederá a la carabina si decides traicionarnos, cierto?-Preguntó Dickens en forma de amenaza.
-Cumpliré la tarea que me encomendaste-Contestó Slayer-. Sin rodeos ni trampas. Después de que obtenga lo que me merezco, acabaré con tu vida.
-Eso ya lo veremos.
El pistolero partió del campamento a todo galope. Las palabras que le dijo al sargento Rex Dickens no podían estar mas alejadas de la realidad. Costase lo que le costase, recuperaría el rifle de repetición que le había pertenecido a su linaje por mas de diez generaciones. La figura de Slayer se perdió en la vasta noche, rumbo a la capital de Westlands.
CONTINUARÁ...
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